El sábado, día 29, será esta taller en el que cultivaremos, con otras personas, nuestra curiosidad por ampliar el conocimiento sobre nuestra identidad. Lo haremos desde el enfoque de #trabajodeprocesos, con #humor , #confianza y #profundidad🦚
Es una formación #presencial en la #naturaleza
Plazas límitadas. Para inscribirte utiliza este formulario https://lnkd.in/eEkN-i3
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Todos llevamos un niño o niña interior como ser oculto que determina nuestra forma de ser. La persona que somos depende, en gran medida, de cómo vivimos la infancia y los patrones de conducta que entonces adquirimos. Felices, solitarios, expansivos, introvertidos, románticos o aventureros, son diversas formas de ese niño que mora en nosotros. Por mucho que seamos adultos, esa parte infantil sigue viva.
El aumento de despidos, los ERES y ERTES generan angustia, estrés y, cronificado en el tiempo, hasta depresión en los trabajadores. Hablamos con especialistas sobre cómo afrontar con la mayor entereza posible esta triste situación.
El día que despidieron a Manuela Álvarez en mitad de la pandemia, lloró. “No es por ti, Manuela, es la producción”, la intentó consolar la que había sido su jefa en los últimos cuatro años. Álvarez, que tiene 28 años, llevaba en su puesto desde que terminó la carrera de Administración y Dirección de Empresas. Con el miedo en el cuerpo de quedarse sin trabajo llevaba dos meses, desde que la empresa comenzó a advertir a los empleados con sutiles indirectas por el desplome de los ingresos. De pronto se vio encasillada. Estaba a punto de independizarse y sus planes se congelaron de cuajo. “Salí destrozada, lo vi todo negro. ¿Y si tardaba mucho en encontrar trabajo, y si se me acaba el paro, y si…?”. Pero Álvarez, culo inquieto, no se perdonó un respiro: “Al día siguiente ya tenía Linkedin abierto. Me ponía con el currículum de 09.00 a 14.00, y si a la tarde me iba a la playa a desconectar, nada, seguía enviando currículums desde el móvil. Me acostaba mirando Linkedin”. Quizá fuera el momento de dejar su ciudad natal, de ampliar la búsqueda a Andalucía, al resto de España. La ansiedad no le dio tregua. No fue la única.
Realizamos unos siete millones de respiraciones al año. Aunque la mayor parte del tiempo sea un acto inconsciente, podemos controlarlo e influir en nuestros estados emocionales
El coronavirus ataca los pulmones y puede causar daños importantes. Cuando una de las funciones más críticas del organismo se ve amenazada, nuestro sistema respiratorio activa la alerta roja. El hecho de que somos seres que respiramos sin interrupciones significativas, desde el nacimiento hasta la muerte, debe considerarse fundamental. Tomamos alrededor de siete millones de respiraciones por año. Si la esperanza de vida promedio es de 80 años, se suman más de 560 millones en una vida. En salud y en reposo, es algo natural, lo hacemos sin esfuerzo y sin pensar. En el tiempo en que se lee este artículo, se respirará unas 90 veces y se suspirará dos; como explica Jack Feldman, neurobiólogo de la Universidad de California en Los Ángeles, periódicamente generamos suspiros rítmicos para mantener inflados los alvéolos pulmonares. Respirar, como lo hacemos comúnmente, después de todo, es nuestra manera más elemental de lograr sintonía o ajuste. El yo y la respiración están entrelazados: psique significa alma o espíritu, pero también respiración. No solo es esencial para la supervivencia, además tiene una función fundamental en el desarrollo de la autoconciencia. Nuestro yo comienza como un cuerpo que respira. Antes de que podamos hablar, ya estamos respirando. En su ensayo Poesía y respiración contenido en el volumen El arco y la lirael poeta Octavio Paz dice: “Existe una relación indudable entre la respiración y el verso: todo hecho espiritual es también físico”. Para Paz, respirar bien es “una manera de unirnos al mundo y participar en el ritmo universal. Recitar versos es como danzar con el movimiento general de nuestro cuerpo y de la naturaleza”. Si bien la respiración se manifiesta a través de los pulmones, también está presente fuera de nosotros. Con cada intercambio de aire, nos encontramos entretejidos en las corrientes de una presencia envolvente, una atmósfera, de la que somos inseparables y sin la cual nos sería imposible sobrevivir.