El psicoanálisis contiene también herramientas para analizar la relación emocional que creamos con las inteligencias artificiales

Cómo logra la inteligencia artificial, en cualquiera de sus manifestaciones, llegar a habitar el cuerpo humano y, por tanto, alterar sus límites físicos y psicológicos? ¿Cómo entra en nosotros esta otredad? Los ordenadores son máquinas cada vez más íntimas, frente a ellas no solo nos situamos como usuarios, sino como verdaderos compañeros. ¿En qué momento podemos decir que adquieren para nosotros el estatus de un sujeto sensible? La base de la inteligencia artificial es la noción de que la esencia de la vida mental es un conjunto de principios que pueden ser compartidos por personas y máquinas. Irónicamente, este principio fundamental la acerca al psicoanálisis: inherente a ambos campos hay una duda radical sobre la autonomía del yo, el hecho de no sentirnos “uno con nosotros mismos”. Un yo que, o se descentra en la trama del inconsciente, o, seducido por la inteligencia artificial, apuesta por disolverse en el programa. El psicoanálisis —en tanto que se aproxima a lo más humano: el cuerpo, la sexualidad, los patrones de apego— podría darnos una clave para entender nuestras relaciones en desarrollo con este cambiante mundo de objetos.
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