Chema Ortiz teme enfermar de un virus o una bacteria. Prescindió del sexo y se autoconfinó entre 2006 y 2008. Ahora su miedo es real. No es un caso único

El País/Madrid/Berta Ferrero/21jul2020
Chema Ortiz empieza el ritual de llegar a casa. Se frota los pies en el primer felpudo, el que está justo a la entrada. Cuando gira la llave, salta y cae sobre el segundo felpudo. “Segunda limpia de seguridad”. Estira la mano hacia su derecha, donde tiene colocado un zapatero, y coge un palillo para repasar las suelas. Después pasa un trapo de usar y tirar. Frota bien. Se pone las zapatillas de andar por casa. Se limpia las manos concienzudamente. Se cambia de ropa. Se vuelve a limpiar. Termina su protocolo y respira ya en su “zona de confort”, donde todo sigue milimétricamente colocado. Limpio. Impoluto. Chema, con 36 años recién cumplidos, sufre un Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC) diagnosticado a los 13, lo cual le provoca una preocupación excesiva por la limpieza, los virus, las bacterias. Ahora, en tiempo de pandemia, su temor se multiplica. Con la covid-19, sus años de terapia han saltado por los aires. “Porque son mis miedos de siempre, con lo real añadido”.
En la Comunidad de Madrid hay entre 39.000 y 65.000 personas con este trastorno mental grave, según el Plan estratégico de salud mental 2018-20. Pero estas estadísticas no reflejan las consecuencias de un hecho como el confinamiento, el miedo al virus, a contraer una enfermedad o los efectos de la desescalada. Los expertos creen que no se sabrá su incidencia en la población hasta dentro de varios años.
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