
La pereza no siempre se manifiesta como pereza en la acción, sino como pereza espiritual y psicológica, como una dificultad para mirar dentro de sí y una pérdida del sentido de ser, que se sustituye por una acomodación a lo terrenal.
La solución que adopta el tipo 9 ante la carencia infantil de amor es el olvido, un olvido de las necesidades y una anestesia del dolor y la frustración. Este olvido de sí ocupa el primer plano junto con un toque de resignación, que lleva al individuo a adaptarse. En algún momento de su historia personal, el carácter 9 se da cuenta de que sus sentimientos, intuiciones o sensaciones no se ajustan a las de las personas significativas emocionalmente; decide olvidarse de sí, no hacer caso de su mundo interior y vivir acorde con lo externo, para no ser rechazado. Olvidar lo interno no supone renunciar a ello y genera dualidad, una separación entre sentir y hacer, que desemboca en falta de presencia y en un profundo escepticismo.
– Comportamiento observable: servicial, adaptado y evitador de conflictos. En su actitud aparece una cierta narcotización, una falta de pasión, de fuego y una insensibilización que se produce para evitar el sufrimiento. Llevada a lo externo implica una simplificación del mundo, un excesivo concretismo y literalidad, una pérdida de sutileza. También a veces genera distracción y confusión. En ocasiones se manifiesta como torpeza física, tendencia a sufrir pequeños percances, a romper cosas, fruto de la falta de atención. La estrategia vital e interpersonal tiende a la sobreadaptación y a la desatención de las necesidades personales. Implica una actitud sobrecontrolada puesto que no sería posible este nivel de adaptación sin la capacidad de contenerse e inhibir los propios impulsos. El alcohol y la comida pueden ser herramientas donde se libera ese rígido autocontrol. La resignación forma parte de la estrategia. Los hábitos robóticos, las costumbres regulares sirven para apoyar esta estrategia.
– Comportamiento interpersonal: facilidad para anteponer los intereses de los demás a los propios y mediar en las situaciones conflictivas. Su generosidad se manifiesta en amabilidad, solicitud, indulgencia y abnegación. Junto a ello aparece una cierta cordialidad amistosa y extravertida y una jovialidad que no es otra cosa que una manera de no tomarse demasiado en serio, de tomarse a sí mismo a la ligera, fruto del temor a resultar un peso para los demás. Confortador y compasivo, tiene una condescendencia excesiva hacia las demandas y necesidades de los otros. Es su manera de conseguir un lugar en el afecto de los demás que, por otra parte, nunca resulta satisfactorio puesto que, para lograrlo, ha olvidado sus propios deseos.
– Estilo cognitivo: intuitivo, con una especie de certeza visceral de sus intuiciones que le hace muy difícil cambiar de opinión, aunque, al mismo tiempo, su escepticismo es muy profundo. Pragmático, comprensivo, orientado a la adaptación, con razonamientos que justifican la resignación.
– Autoimagen: deficitaria, sin grandes ambiciones, modesta y bondadosa. Su autoconcepto es bajo, pero conlleva una adecuación, una cierta autovaloración, puesto que la exigencia no es demasiado alta. No hay mucha preocupación por el brillo y el poder y, a veces, tampoco por el aspecto físico. No parece que necesiten brillar ni ser los mejores y, aparentemente, han abandonado el deseo de reconocimiento, pero hay una profunda e inconsciente ansia de reconocimiento y amor en su resignación abnegada y una esperanza implícita de compensación.
– Representaciones objetales: mucha dificultad para idealizar a los otros, como si el escepticismo lo impidiera, y, al mismo tiempo son los otros los que le conceden el derecho a la existencia, viviendo a través de ellos y tratando de resultarles útil. La idea de no ser capaz de despertar el amor del otro hace muy importante la presión de no resultar una carga.
– Mecanismos de defensa: la renuncia altruista que tiene que ver con satisfacer la necesidad a través del otro, y la supresión que permite mantener los afectos lejos de la conciencia y olvidarse de sí mismo, apoyando la sobreadaptación. También la confluencia, haciendo suyos los deseos de otros, y sentimientos masoquistas, de victimización.
– Organización morfológica: la carga energética está contenida y suelen ser cuerpos recios, con un buen desarrollo muscular. Otras veces presentan cuerpos delgados, flexibles y con aspecto de vulnerabilidad y fragilidad. Hay una especial facilidad para camuflarse con el ambiente, para evitar ser visto a causa de la vergüenza y su actitud física. En todos los casos traduce algo de confiado y poco peligroso, con imagen de buena persona. El yo corporal y sus funciones alcanzan mucha importancia, la comida, la sexualidad, a veces el deporte.
– Estado de ánimo / temperamento: jovial, poco asertivo, desconectado, con tendencia a trivializar los sentimientos. Cuando la frustración lo desborda, se vuelve depresivo y aparece la tristeza y la desvitalización.
– Manejo de la agresividad: la actitud conciliadora y el olvido de sí dificultan la expresión directa de la agresividad, que está muy prohibida y resulta generadora de culpa. La forma más común de canalizarla es a través de un distanciamiento emocional, que permite seguir actuando como si no ocurriera nada.
– Manejo de la sexualidad: la sexualidad, en cambio, no es vivida con culpa. El eneatipo 9 tiene una vivencia muy libre de la sexualidad. Por una parte, su búsqueda de unión, de fusión, hace que se entregue al placer y al disfrute sexual sin grandes reservas. Pareciera como si la satisfacción de las necesidades del otro le permitiera satisfacer vicariamente las propias. En el acto sexual, el eneatipo 9 se siente momentáneamente amado y amante. La sexualidad permite el contacto de piel que tanto necesita, pero después su escepticismo acaba ganando la batalla e imponiendo su ley: no es amor, sólo deseo. Hay una especial dificultad para recibir el amor.P
– Patologías frecuentes: trastorno de disociación, trastorno bipolar, dependencia, depresión, carácter pasivo-agresivo.
– Lo que le ayuda en su proceso: abandonar la pereza, darse cuenta de lo que necesita y desea, no aplazar lo que quiere, explicitar sus gustos.
LA PAUTA INFANTIL
Muchos Nueve dicen que tuvieron una infancia feliz, pero eso no siempre es así. En los casos en que hubo más problemas, los niños Nueve aprendieron a arreglárselas disociándose de las situaciones o incidentes amenazadores y traumáticos y adoptando el papel de pacificador o mediador durante los conflictos familiares. Aprendieron que la mejor manera de mantener la armonía en la familia era «desaparecer» y no causar problemas a nadie; que si no eran exigentes y tenían pocas expectativas, en resumen, si eran niños de manutención barata, serían capaces de protegerse y al mismo tiempo tranquilizar a sus padres (en un sistema familiar desestructurado, la expresión más adecuada sería la de hijo desaparecido); la idea es: «Si aparezco y me hago valer, voy a crear aún más problemas; si me quito de en medio la familia continuará unida».
Los niños Nueve crecieron con la idea de que no estaba permitido tener necesidades, hacerse valer, enfadarse ni crear dificultades a sus padres. En consecuencia, nunca aprendieron a hacer valer su voluntad ni, por extensión, a realizarse independientemente de sus padres y de otras personas importantes. Aprendieron a mantenerse en segundo plano, donde las cosas no pudieran afectarlos. En la edad adulta su espacio psíquico está tan lleno con los problemas y planes de las personas a quienes tratan de complacer que suelen ser incapaces de oír la voz de sus necesidades o deseos. También aprendieron a reprimir la rabia y su voluntad de modo tan completo que perdieron la conciencia de tener rabia o voluntad propias. Aprendieron a adaptarse y a conformarse con lo que la vida o los demás les ofrecían. Rara vez se les ocurría preguntarse qué deseaban, pensaban o sentían. En consecuencia, normalmente deben remover bastante en su interior para conectar con lo que desean para ellos.
En las familias muy desestructuradas, los Nueve podrían haber sufrido traumas emocionales, físicos o sexuales en su infancia. Esos niños aprenden a protegerse de los sentimientos insoportables disociándose o cerrándose. Por una parte, es una especie de ventaja no tener conciencia de los recuerdos traumáticos ni de la ira, pero por otra la consecuencia es una reducción generalizada de su capacidad de contactar con la realidad con cierta profundidad o intensidad. Estas personas podrían dejarse llevar por fantasías y centrar la atención exclusivamente en lo que haya de positivo y apacible en su entorno, aunque después esto resulte haber sido sólo ilusión.
Añado a continuación un breve vídeo explicativo sobre lo que es el enegrama, creado por Jordi Pons, psicólogo de Barcelona, gran conocedor del enegrama, y muy activo en internet
https://www.youtube.com/watch?v=y9baou7JQRU
Bibliografía
-Durán, C.; Catalán, A.: Eneagrama. Los engaños del carácter y sus antídotos. Ediciones Kairós. Primera edición: 2009.
-Naranjo, C.: Carácter y Neurosis. Una visión integradora. Ediciones La Llave. Primera edición: 1996.
-Don Richard Riso & Russ Hudson: La sabiduría del Eneagrama.
-Moriel, R.: Con los Pies en el Techo (Blog de Rafael Moriel). Eneagrama. http://rafaelmoriel.blogspot.com.es/p/eneagrama_14.html
-Peña, Alberto: Eneagrama: https://www.youtube.com/watch?v=f3quviXrczw
-Pons, Jordi: Eneagrama: http://www.psicologo-barcelona.cat/eneagrama/