
La lujuria se manifiesta como una tendencia al exceso y una búsqueda vengativa de verdad y justicia. La pasión de intensidad compensa una oculta falta de viveza interior. Hay una exageración de la necesidad y un impulso a seguir la acción que lleva a satisfacerla. En esta acción no hay límites ni culpas, es como si el lujurioso se sintiera con derecho a hacer lo que desea por cualquier medio.
La lujuria resulta muy visible porque el tipo 8 no oculta su pasión, sino que parece hacer gala de ella. Su actitud ante la vida es fuerte y dura y muestra un marcado desprecio por la debilidad y la dependencia.
En su origen hay un sentimiento de insatisfacción, a menudo inconsciente, que ha producido mucha indignación, que ha sido experimentado como injusto. Ante esa injusticia no le cabe más que convencerse de que nadie va a darle nada en esta vida, que todo lo tendrá que conseguir por sí mismo y adoptar una actitud vengativa en la que no se tiene en cuenta al otro, como el otro no lo tuvo en cuenta a uno cuando lo necesitaba. El poder y el placer son los objetivos de la vida.
– Comportamiento observable: desinhibido, explosivo, con tendencia a ponerse en situaciones de riesgo. Es el menos intimidado por la ira y el que más se permite su expresión directa. No se empeña en venganzas personales a largo plazo, sino que se desquita airadamente en el momento y supera con rapidez su irritación. Se trata más bien de una actitud de tomarse la justicia por su mano. Puede que esta actitud conlleve dolor y humillación de los demás, puede ser sádica y hostil o manifestarse a través de la ironía, del sarcasmo o en actitudes intimidatorias. Su rebeldía es activa, con fuerte oposición a la autoridad y desdén por los valores establecidos. Es una rebelión generalizada, fruto de la rebelión contra el padre, o contra la madre. La lujuria implica ansia de excitación, impaciencia, impulsividad, aburrimiento cuando no hay estímulo suficiente, y también hedonismo.
– Comportamiento interpersonal: dominante, seductor y con facilidad para establecer relaciones de complicidad. Provocador y, en ocasiones, sádico. Necesita demostrar ante sí mismo y ante el resto del mundo su valor. Su dominación se manifiesta en competitividad, arrogancia, necesidad de triunfo, de quedar por encima, con cierto desdén hacia los demás, sobre todo hacia los que considera débiles. La sinceridad en mostrar lo que piensan o sienten afrontando las convenciones sociales es también una forma de seducción.
– Estilo cognitivo: poco reflexivo, intuitivo, con dificultad para cuestionarse y orientación sensomotora que se expresa en su enfoque hacia el presente, y en un predominio de la acción sobre el pensamiento.
– Autoimagen: poderosa, de alguien que ha sido capaz de afrontar la vida, apasionada y fuerte. Hay un rechazo de la debilidad y la dependencia y una valoración de la propia capacidad de luchar por conseguir los deseos y expresar los impulsos. La imagen poderosa y dominante oculta los sentimientos de temor, vulnerabilidad y dependencia. No se sienten «malos», sólo son menos hipócritas que los demás.
– Representaciones objetales: se valora la fortaleza de los demás y la honestidad. La bondad, en cuanto adaptación a las normas, se considera hipocresía o cobardía y se descalifica. Ante las personas que consideran verdaderamente buenas y amorosas, se rompe su dureza.
– Mecanismos de defensa: la «negación» es el principal mecanismo. Lo más negado es la debilidad y la necesidad del otro, así como la culpa. Las acciones impulsivas sirven para mantener la negación. La desensibilización, bloqueando todas las sensaciones, con el fin de mantener el dolor y la angustia fuera de la conciencia.
– Organización morfológica: cuerpos vigorosos, con un fuerte nivel de energía. Suelen ser proporcionados y bien desarrollados. Transmiten una confianza en sí mismos y una posición de dominio que se arraiga en el cuerpo: el movimiento corporal es asertivo, directo, en ocasiones brusco y agresivo. Hay un endurecimiento también corporal, una fortaleza que suele impresionar. La alta instintividad y el permiso que se otorga para expresarla se manifiesta en una energía sexual y agresiva evidente.
– Estado de ánimo / temperamento: impulsivo, con dificultad para aceptar los límites, autoafirmativo y seguro. La búsqueda de riesgos transforma la ansiedad en excitación, pero mantiene viva la necesidad de sumirse en la intensidad como una adicción sin la que la vida parece aburrida.
– Manejo de la agresividad: la agresividad se expresa en forma directa, espontánea y sin contemplaciones. Desde la descalificación de la debilidad, no hay preocupación por el daño ocasionado al otro, incluso la evidencia del daño, la queja, puede dar pie a una mayor crueldad.
– Manejo de la sexualidad: la fuerte instintividad del eneatipo 8 marca su sexualidad, que tiene un punto de dureza y tiende a relegar a un segundo plano los aspectos tiernos del encuentro amoroso. La dificultad de descarga completa produce un bajo nivel de satisfacción y una necesidad de nuevas descargas, que contribuye al mantenimiento de una autoimagen de poderío sexual. En el plano del vínculo de pareja, poseer al otro es darle todo lo que necesita, ser su amo. Si le doy todo, no me abandonará, no me traicionará. Se sacraliza el vínculo: «tú y yo somos uno». Es capaz de tener otros encuentros sin darle más importancia que la de la estricta satisfacción sexual, sin culpa ninguna y sin conciencia del posible daño al otro.
– Patologías frecuentes: trastorno de la personalidad antisocial, comportamientos sádicos, paranoia, adicciones.
– Lo que le ayuda en su proceso: volver a conectar con la inocencia, dejar de buscar la intensidad, dejarse tocar por el otro, aprender a pedir perdón y tolerar la frustración, aprender a reflexionar antes de actuar.
LA PAUTA INFANTIL
Según nos han dicho, muchas personas tipo Ocho piensan que tuvieron que hacerse «adultos» a una edad temprana, tal vez para llevar dinero a casa y colaborar así en la crianza de sus hermanos debido a la ausencia de uno de sus progenitores o a otra desgracia. Es posible que se hayan criado en medio de un ambiente peligroso (de narcotraficantes o bandas callejeras, o en alguna zona de guerra) o que en su casa hubiera un adulto caprichoso o violento. Otros se criaron en familias bastante normales, pero tal vez sintieron la necesidad de proteger sus sentimientos por otros motivos. En resumen, los Ocho tienden a madurar rápido, y los problemas de supervivencia son importantísimos para ellos, como si preguntaran: «¿Cómo vamos a sobrevivir, mis seres queridos y yo, en un mundo cruel e inhumano?».
Los niños Ocho se hacen muy pronto la idea de que es arriesgado ser dulces o dóciles; en su opinión, esas actitudes son «blandas», «débiles», y sólo sirven para atraerse el rechazo, la traición y el sufrimiento. Consideran que es mejor no bajar la guardia, de modo que si va a haber cariño o sustento en sus vidas, tendrá que dárselos otra persona. Los adultos Ocho suelen decir que en su infancia sufrieron la fuerte sensación de haber sido rechazados o traicionados. Por lo general eran osados, tenaces, y se metían en «situaciones» que llevaban a castigos. En lugar de apartarse de las personas que los castigaban, se defendían de la sensación de rechazo con la actitud «Que se vayan al diablo, no los necesito. ¡Nadie me va a decir lo que tengo que hacer!». Claro que, como cualquiera, desean ser amados, pero cuanto más rechazados eran, cuanto más sentían que se los trataba como inadaptados, más endurecían el corazón.
Los niños Ocho podrían aprender a representar el papel de víctima propiciatoria o cabeza de turco (la oveja negra, el niño problema). Según la teoría de los sistemas familiares, normalmente el «cabeza de turco» hace explícitos los problemas ocultos de una familia, ya sea de palabra o de obra. De adultos son disidentes, se rebelan contra las restricciones y se oponen al sistema siempre que les es posible. A veces los niños toman la «decisión» de endurecerse cuando se sienten traicionados por uno de los padres o por otra persona adulta importante. Este sentimiento podría deberse al abandono que experimentan si los padres los han puesto en un internado o dejado con parientes o les han quitado injustamente sus ahorros u otra cosa valiosa. También podrían haber sido víctimas de maltratos físicos o de abusos sexuales. Dado el enorme desequilibrio de poder entre los niños Ocho y quienes los trataron injustamente, poco o nada pudieron hacer al respecto, aparte de tomar la decisión de no permitir jamás que les vuelva a ocurrir eso.
Los Ocho piensan que la traición fue un punto decisivo en sus vidas porque marcó la muerte de su inocencia y su bondad. Cuando en lo más profundo se sienten traicionados por una persona importante en su vida, deciden no permitirse ser vulnerables o inocentes. No se permiten bajar la guardia nunca. Tal vez durante un tiempo podrían lamentar en secreto la pérdida de su inocencia, pero después llegan a aceptarla y consideran que es la manera de enfrentar los desafíos de la vida. Si en su familia o en su entorno experimentaron despiadadas amenazas, tienden a ser igualmente despiadados ellos con los demás. Una vez que han enterrado el corazón, podrían olvidar incluso la aflicción por la inocencia perdida.
Añado a continuación un breve vídeo explicativo sobre lo que es el enegrama, creado por Jordi Pons, psicólogo de Barcelona, gran conocedor del enegrama, y muy activo en YouTube:
Bibliografía
-Durán, C.; Catalán, A.: Eneagrama. Los engaños del carácter y sus antídotos. Ediciones Kairós. Primera edición: 2009.
-Naranjo, C.: Carácter y Neurosis. Una visión integradora. Ediciones La Llave. Primera edición: 1996.
-Don Richard Riso & Russ Hudson: La sabiduría del Eneagrama.
-Moriel, R.: Con los Pies en el Techo (Blog de Rafael Moriel). Eneagrama. http://rafaelmoriel.blogspot.com.es/p/eneagrama_14.html
-Peña, Alberto: Eneagrama: https://www.youtube.com/watch?v=f3quviXrczw
-Pons, Jordi: Eneagrama: http://www.psicologo-barcelona.cat/eneagrama/